Noche de luna llena en Ojós, Murcia. Las montañas que nos
circundan están iluminadas con esa pálida luz, tenue pero suficiente, y esa
limpieza que tiene el cielo tachonado de estrellas en este lugar.
Localidad pequeña,
como muchas de las que encuentro en el camino. El nombre, contrariamente a lo
que se cree, no deriva de la palabra castellana “ojos”, sino que parece derivar
de “Oxox”, una palabra árabe que podría significar “los huertos”, o “los
caseríos”. Por ello se cree que la población se asentó firmemente en esta zona
conocida como “El Valle de Ricote”, (también conocido como “Valle Morisco”),
donde las huestes del jefe musulmán llegaron sobre el año 711 o 712. Dos años después, una vez
fortificada la zona, se firmó un acuerdo de paz con el jefe local, el visigodo
Teodomiro, mediante el cual los habitantes, muchos de ellos tal vez descendientes
de romanos, que ya andaban por estos lares, podían mantener su fe cristiana
siempre y cuando pagaran el impuesto correspondiente (no hay variaciones con lo
que ocurre en el presente) y la no colaboración con los enemigos de los
musulmanes.
No fue una casualidad
que los árabes llegados a la región quedaran prendados del lugar. Ubicado en un
estrecho valle entre montañas, con el río Segura brindando agua suficiente para
regadíos , con un clima envidiable y una tierra feraz , se aseguraban el
sustento, e incluso la exportación de cítricos y hortalizas, que luego llegaron
a sitios tan distantes como Siria, Yemen, Irak y otros países dominados por los
musulmanes en aquella época. Por otro lado, fue una capitulación conveniente
para los habitantes del ligar, que siguieron su vida y colaboraron con los
árabes durante muchos años, hasta que los vientos de la reconquista trajeron la
liberación de la región, a finales del Siglo XII.
Esto es La Era, vista desde la montaña del Chinte, junto al río Segura. |
LA ERA DE OXOX
Este es el lugar donde me encuentro. Justo donde comienza lo
que los moriscos llamaron “una de las maravillas del mundo”. La hoy denominada “ La Era de Oxox”, es una
pequeña finca de unas tres hectáreas, con huertos, cítricos y el Segura
avanzando como límite por el este, internándose en el Valle del Ricote, lugar
poblado de huertos y plantaciones de cítricos, principalmente limones,
mandarinas y naranjas, que bordea un total de cinco poblaciones. “La Era” está
enclavada en un lugar protegido de las Sierra de Ricote y La Navela, un paisaje
verdaderamente hermoso.
A unos 37 kilómetros
de la capital murciana, la población, de unos 500/600 habitantes, se alza
tranquila junto a este maravilloso enclave mediterráneo. Y aquí fue donde
llegamos, mi cacharra y yo, hace algo más de una semana. Había contactado con
sus propietarios, Natalia, Demba y la pequeña Hawa, y siguiendo sus
indicaciones llegué sin problemas, dado que la finca se encuentra a pie de la
carretera. No me fue nada difícil congeniar con esta pareja, y conocer asimismo
a otra “wwoofy” como yo, Karina, norteamericana veinteañera de Florida, a la
que se agregó poco después su amiga Maggie, procedente de Carolina del Norte.
Total, que nos pasamos el día intercambiando frases en castañuflo. Inglés,
español, y algo de catalán mallorquín con la dueña, ya que Natalia vivió
durante años en Mallorca. Demba procede de Mali, y el fruto de su unión, Hawa,
acaba de cumplir sus cuatro años. Es pizpireta, inquieta, y anda siempre correteando por la casa, amplia y cómoda.
Demba y Nat con la pequeña Hawa en brazos |
TRABAJO ES LO QUE SOBRA
Algo así me dijeron cuando contacté con ellos, y a fe mía
que es cierto. Venía desentrenado por las fiestas navideñas, mi estancia en
Murcia capital, y mi cuerpo notó la sacudida de los primeros días, aunque poco
a poco me voy habituando. Quitar hierba, cosechar hortalizas, regar, recoger
limones, dar de comer a los animales, todas las tareas propias de una finca
ecológica de este calibre. Pero se va haciendo con alegría, sin presiones, y
con un horario muy flexible.
De modo que me siento cómodo en esta vieja finca
que necesita refacciones por doquier, pero que poco a poco va forjándose una
posición mejor. Me asombra la capacidad de trabajo de Demba, capaz de diez,
doce horas diarias de duro trabajo. No se le puede seguir el paso, al menos no
es mi caso. Dudo que pueda llegar a su altura, pero intento colaborar a mi
ritmo y con mi edad y cuerpo dispuesto para ello.
Estoy instalado en una habitación confortable del primer
piso, donde se encuentran los dormitorios, y como estamos pasando un largo
veranillo de San Martín y quizás San Andrés, mal que le pese al planeta, las
temperaturas son muy agradables. Trabajamos de mañana, y a veces un poco por la
tarde, y los fines de semana son más duros porque el lunes es tiempo de
entregar pedidos. Salen semanalmente de la finca muchas cajas de cebolletas,
apio, espinacas, acelgas, lechugas variadas, etc.
Y de momento, es lo que hay. Algunos detalles que contaré en
la próxima oportunidad, como una entrevista con un fabricante/inventor de una
máquina trituradora de residuos vegetales, destinados a tornar a la tierra en
forma de compost o cubierta verde.
Ya veremos que da de sí la charla con Pedro, un jubilado que
manejó durante años una empresa de cartonajes, y ya mostró un prototipo de esa
máquina en varios lugares, con muy buena acogida.
…pero eso será parte de otra historia…o no.
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